La imagen de Wang Fuman, un niño chino de ocho años con la cabeza completamente cubierta de hielo y escarcha, conmocionó al mundo y se viralizó en 2018, convirtiéndose en el símbolo de la tenacidad frente a la adversidad. Wang caminó casi cinco kilómetros a temperaturas extremas para no perderse un examen final, un sacrificio que no solo le valió una nota casi perfecta en matemáticas, sino que también desató una masiva ola de solidaridad global hacia su remota aldea rural.
El incidente se registró en una remota área rural de la provincia de Yunnan, al sur de China. Wang Fuman, que en ese entonces cursaba el tercer grado, enfrentó un trayecto de 4.8 kilómetros (casi 3 millas) a través de montañas para llegar a su escuela. La mañana en cuestión, las temperaturas descendieron hasta los $-9^\circ\text{C}$, una ola de frío extremo que el niño resistió con ropa inadecuada.
Al ingresar al salón de clases, su maestro, Fuzhong, notó de inmediato la dramática apariencia del niño: su cabello estaba totalmente blanco por el hielo, sus cejas cubiertas de escarcha y sus manos visiblemente hinchadas y rojas por la congelación. El docente tomó una fotografía del pequeño, apodado de inmediato como el «Niño de Hielo» por los medios.
La situación familiar de Wang reflejaba la de muchos niños en áreas rurales chinas. Vivía con su abuela en una humilde casa de barro sin calefacción, en un contexto de pobreza rural extrema. Su madre había abandonado la familia y su padre trabajaba en una ciudad lejana, buscando enviar dinero para el sustento, una dinámica común en el fenómeno de los «niños dejados atrás» en China.
A pesar de las risas iniciales de sus compañeros al verlo entrar, Wang se sentó y, tras calentar sus manos, procedió a tomar el examen. El resultado fue la confirmación de su férrea voluntad: obtuvo una calificación de 99 sobre 100 en el examen de matemáticas.
La viralización de la imagen, impulsada por medios como The Paper (Shanghái) y replicada por la BBC y CNN, transformó la vida de Wang y de su comunidad. El caso de Wang Fuman demostró que la ambición por la educación puede superar las barreras físicas y económicas. La difusión de su historia llevó a una avalancha de donaciones de dinero, ropa y suministros, canalizada por diversas organizaciones y particulares.
Gracias a esta ola de solidaridad, la escuela pudo instalar sistemas de calefacción, mejorar sus instalaciones y dotar de ropa de abrigo adecuada a todos sus estudiantes. El legado del «Niño de Hielo» no es solo su casi perfecta nota en matemáticas, sino el haber expuesto y movilizado al mundo ante la realidad de miles de niños que luchan diariamente por acceder a la educación en condiciones de extrema dificultad.






